El DOMINIO PROPIO y LA LEALTAD son frutos y características del ser cada uno de nosotros eminentemente espirituales. Desde el punto de vista del conocimiento, la filosofía y la razón son como un deseo inherente de hacer el bien y evitar el mal, pero no es posible que ejerzamos el dominio propio y seamos fieles por nuestra propia cuenta porque existe un ciclo vicioso de eventos que ocurren en nuestra vida permanentemente como son el deseo de hacer el bien, la intención de evitar el mal, la realidad de hacer generalmente lo que no deseamos hacer y rara vez lograr hacer el bien, finalmente la frustración por nuestro fracaso en el intento humano y racional de hacer lo correcto.
Todo esto, el deseo de hacer el bien y la intención de evitar el mal proviene de una misma fuente: Nuestra capacidad de discernir, diferenciar entre el bien y el mal. Es lo que se conoce en la teología como el árbol de la ciencia del bien y del mal que no es otra cosa que un engaño porque ninguno de nosotros podrá hacer el bien fuera de Dios, es decir, no podemos tener autocontrol y ser fieles fuera de Dios, pues, aunque lo logremos basados en disciplinas mentales, emocionales, físicas o intelectuales eso terminará siendo una obra muerta de acuerdo a las Sagradas Escrituras. Esto solo produce auto justicia y orgullo. Nos volvemos sabios en nuestra propia opinión y finalmente consideramos que en realidad no necesitamos a Dios porque lo hemos logrado en nuestra propia capacidad intelectual, racional y animal. Además, esto contribuye a la exaltación del hombre y alimenta generacionalmente la idea de que el humanismo está por encima de la verdadera espiritualidad que demanda dependencia total de Dios, lo que realmente nos hace ser HUMANOS.
El dominio propio o AUTOCONTROL es una virtud del Espíritu Santo, según lo enseña San Pablo, así que necesitamos el conocimiento y la relación íntima y permanente con la maravillosa persona del Espíritu Santo para que este fruto aparezca en nuestra vidas y no tenga la apariencia de haber sido un logro personal que nos enorgullece sino la obra y el poder de Dios perfeccionándose en nuestra debilidad y ausencia de carácter. Esto otro producirá humildad en nuestra vidas.
Dominar los decibeles de nuestras emociones y como reaccionamos a los estímulos y diferentes circunstancias de la vida es una tarea titánica e imposible de concluir a través de toda la vida porque en realidad nuestra tendencia "natural" (No espiritual) es "REACCIONAR" a la defensiva, nos sentimos vulnerables y débiles cuando se trata de reconocer nuestros propios errores y debilidades. Creemos que nos hace fuertes negar el error o enfrentar los conflictos cotidianos y en lugar de eso reaccionamos con agresividad, con mentiras, con falsedad, con engaño etc.
Es imposible conseguir un nivel de perfección cuando hablamos de AUTOCONTROL - Muchas veces vamos a errar el blanco pero el autocontrol comienza cuando reconocemos la incapacidad natural que tenemos para ser apacibles, benignos, suaves, compasivos, tolerantes o amables. Cuando permitimos que toda esa debilidad humana sea nuestra mejor herramienta para hacernos dependientes de Dios y permitir el trabajo del Espíritu Santo en nuestro corazón y nos abandonamos al DOMINIO PROPIO que produce Dios en los corazones que con humildad cada día esperan en la provisión divina para el alma y todo nuestro ser.
Las Sagradas Escrituras dicen: 2 Corintios 12
9 Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
10 Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
La fidelidad o LEALTAD es una virtud divina. FIEL y VERDADERO es uno de los nombres de Dios. Podemos tratar de serlo pero rara vez encontramos ese fruto en nuestras vidas. Constantemente vivimos en función de nuestros intereses y deseos, ignorando a los demás y al universo que nos rodea. Un principio universal enseña que NO PODEMOS DAR NADA QUE NO HEMOS RECIBIDO. La fidelidad es un regalo de Dios, es un don celestial. Si aceptamos el amor fiel y tierno de Dios cada día en nuestras vidas y correspondemos a ese inmenso amor que atravesó la eternidad, las galaxias y todo en la creación para vertirse en cada uno de nosotros sin límites ni restricción por medio de Jesús, entonces nuestra respuesta espontánea y humana será amar al que nos amó primero y como consecuencia amar todo lo que Dios ama. Dicho de otra manera, no podemos avanzar al segundo mandamiento sin haber recorrido el primero...debemos restaurar el primer mandamiento al primer lugar en nuestras vidas. Observe la progresión:
Y El le dijo: AMARAS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZON, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE. 38Este es el grande y el primer mandamiento. (Mt. 22:37-38)
(Este es el primer mandamiento) - Dios quiere que lo amemos de la forma que Él nos ama.
Jesús definió que amar a Dios está profundamente arraigado a un espíritu de obediencia (Jn. 14:21). No hay tal cosa como amar a Dios sin buscar obedecer su Palabra.
"Si me amáis, guardaréis mis mandamientos...21El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama (...) 23Si alguno me ama, guardará mi palabra". (Jn. 14:15-23)
Y el segundo mandamiento cual es? AMAR AL PRÓJIMO COMO A TI MISMO.
Si no podemos vivir el primer mandamiento no podemos cumplir el segundo. El segundo es consecuencia del primero. Lo podemos intentar pero terminaremos cansados y agotados tratando de hacer lo correcto pero en independencia de Dios. Esto concluye que no es posible amar a Dios sin obedecerlo, entonces, ¿como podemos amar al prójimo, tener dominio propio en función del bien de los otros y ser fieles en procura del beneficio de nuestro prójimo y no AMAR y OBEDECER a Dios?.
Lo podemos seguir intentando desde la filosofía, la religión, las cambiantes y diversas corrientes de pensamiento en cada cultura, la ciencia, el conocimiento, la razón pero nuestros esfuerzos siempre serán infructuosos porque la ausencia de verdadera espiritualidad en nuestra vidas es la causa de las guerras, los celos, las peleas, las envidias, las iras, las enemistades, la infidelidad, el dolor, la separación, los hogares diluidos y destrozados por este instinto básico del hombre desde Adán hasta nuestros días: EL ORGULLO DEL HOMBRE QUE SE LEVANTA CONTRA LA GLORIA DE DIOS.
Esto es lo que finalmente se constituye en el pecado más triste y terrible del ser humano: VIVIR UNA VIDA EN INDEPENDENCIA DE DIOS.